En
febrero del año pasado en un arranque de locura y desesperación (ok, no fue de locura y desesperación, solo quería vencer un miedo) tomé un curso de manejo, como esto es México, en menos
de un mes ya tenía la licencia para conducir, sin saber manejar del todo bien
el carro.
Al
no haber aprendido como se debe de aprender a conducir, no me animaba tanto a manejar, a veces conducía
al cine que me queda mas cerca de casa, lo
estacionaba muy lejos donde nadie se estacionara, para poder salir sin
complicaciones, siempre acompañada y hasta ahí, ¿yo sola tomar el carro? jamás.
Hoy
al año de haber hecho ese curso, en otro arranque de locura y desesperación,
(tampoco fue de locura y desesperación, bueno, un poco sí) esta vez por el
servicio tan de mierda que tenemos de camiones, me empecé a traer el carro al
trabajo, yo solita. Les parecerá una tontería, pero eso es como un gran triunfo
en mi y me da felicidad que no me merezco, bueno, sí me la merezco, claro que
sí joder!.
En
las mañanas, me ahorro media hora de viaje y me duplico la comodidad saliendo
de mi casa a las 8, yo entro a las 8:30, en el camino llego por Fátima, sigo
sin saber estacionarme entre dos carros y con algunos movimientos torpes, pero ya es ganancia que no atropello gente inocente, que voy bien por mi carril, sin estorbarle a nadie y tal.
Este carro, básicamente es mio, porque nadie lo maneja en casa, ese era otro
factor de presión, “Diana, batallas porque quieres” “la Nube está ahí parada,
nadie la utiliza”… etc.
“La
Nube” mi hermana le puso así al carro, por el parecido jajaja, cuando
padre lo compró, ella se subió y se le hizo muy acolchonadito y es entre azul y
gris, como un nubarrón a punto de llover.
Y
así es que todos los días, sin ser Goku, viajo en una nube al trabajo.